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Manos que se transforman: un testimonio de segundas oportunidades

Escrito por: Padre Tommy Dell’Oca y voluntario.

El 11 de agosto celebré 17 años de sacerdocio. Como cada aniversario el tono central es el del agradecimiento. En primer lugar por el don inmerecido de la vocación; un llamado solamente comprensible desde la locura del amor de Jesús por cada uno de nosotros. 

Busco cada día que mi sacerdocio sea bien cercano a los hombres y bien cercano a Dios, para de esa manera ser puente con ellos. Espartanos, y en especial cada espartano en particular, posibilitan día a día encontrarme y llevar a Dios al corazón del hombre. 

Ese Dios que es amor no se deja ganar en generosidad y esta vez me sorprendió de manera muy especial. Los Gladiadores de la U47 de San Martín hicieron las hostias que consagré en la misa de mi aniversario. Con profunda emoción me temblaban las manos en el momento de la consagración.

Es impactante que manos que empuñaron armas, que estuvieron cargadas de violencia en los delitos, hayan sido las mismas manos que amasaron la harina para hacer hostias. Esas manos de personas privadas de su libertad permitieron que mis manos sacerdotales consagraran ese pan para que Cristo se haga presente en su cuerpo. Y así cada uno de los que en esa misa se acercó a comulgar recibió al Señor gracias a las manos de los Gladiadores que están siendo lavadas por el amor.

De eso se trata el evangelio, de estrecharnos las manos. De achicar distancias en Dios. De tener la mirada y el corazón abiertos para que no nos pasen desapercibidos estos milagros del amor. Soy un convencido de que están al alcance de cada uno de nosotros percibirlos, sólo necesitamos animarnos a abrir nuestras propias manos para estrechar otras en común-unión. De eso se trata Espartanos, la oportunidad para no solamente darles a ellos segundas oportunidades, sino también para recibirlas nosotros.

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